“…Puede decirse que esas casas en miniatura son objetos falsos provistos de una objetividad psicológica verdadera. Aquí el proceso de imaginación es típico. Plantea un problema que hay que distinguir del problema general de las similitudes geométricas. El geómetra ve exactamente la misma cosa en dos figuras semejantes dibujadas a escalas distintas.”
-Gaston Bachelard
La serie completa de La poética de mi espacioconsta de 12 piezas que juntas forman una instalación de varios escenarios miniatura de tintes simbólicos y surrealistas que parten de reflexiones de autoconocimiento relacionándolas directamente con los espacios que habitamos y a los que volvemos oníricamente hasta representarlos en forma poética y plástica. Está inspirado en el libro “La Poética del Espacio” de Gastón Bachelard, siendo una interpretación plástica y autobiográfica de este. El trabajo técnico es minucioso, pero no intenta ser realista, sino tener un tono caricaturesco sobre el dolor y la vida en el absurdo, de cómo habitamos nuestros cuerpos en sí y de cómo a partir del trauma y dolor construimos nuestro caparazón y llevamos a cabo las acciones que van construyendo nuestra individualidad, manifestándolo en nuestro espacio directo. Las historias que va contando la serie se apoyan en la cartomancia y simbología del tarot, narrando vivencias, cotidianidades y secretos. Nueve de estas piezas son autorretratos y tres son retratos familiares, “Unas partidas de damas chinas” es uno de estos, además es la pieza más grande de toda la serie y la única que intenta ser la representación de un lugar real a escala, todas las demás piezas son espacios imaginarios.
Es un viaje emocional hablado y plasmado a través del simbolismo, onirismo, figuratividad, humor, miedo, tradición e historia familiar y personal, cargando de significado estas creaciones. Cada escenario es una ventana hacia la intimidad, recuerdos y sueños que escapan del subconsciente para materializarse en estas miniaturas.
“El excesivo pintoresquismo de una morada puede ocultar su intimidad. Esto es cierto en la vida. Las verdaderas casas del recuerdo, las casas donde vuelven a conducirnos nuestros sueños, las casas enriquecidas por un onirismo fiel, se resisten a toda descripción. Describirlas equivaldría a ¡enseñarlas! Tal vez se pueda decir todo del presente, ¿¡pero del pasado!? La casa primera y oníricamente definitiva debe conservar su penumbra. Se relaciona con la literatura profunda, es decir, con la poesía, y no con la literatura diserta que necesita de las novelas ajenas para analizar la intimidad. Sólo debo decir de la casa de mi infancia lo necesario para ponerme yo mismo en situación onírica, para situarme en el umbral de un ensueño donde voy a descansar en mi pasado.” (p. 35)
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